jueves, 15 de octubre de 2009

El asunto de los trajes a estudio


De nuevo encuentro en mi admirado blog Joludi ,un texto magnífico sobre el hecho del regalo y los trajes.Magnífico y esclarecedor



Los trajes gratis del prebostillo o la imposibilidad metafísica del regalo.

Veo sorprendido que los periódicos españoles andan en disquisiciones jurídicas de cierto nivel sobre la naturaleza jurídica del cohecho. Nada menos. Se han vuelto todos abogados. Debe ser un efecto del calentamiento global. Se discute si estuvo bien o no que el presidente autonómico aceptara dádivas, incluso sin ofrecer contraprestación ilícita; es decir, se valora si cometió cohecho impropio, la ya famosa figura que el Código Penal describe en el 426.

Ya puestos, yo voy a elevar aun mas el nivel del bonito debate. Voy a proponer que pasemos desde la dogmática jurídico penal al pensamiento metafísico. Ahí es nada.

En cierto sentido, como nos recordaba Derrida, no existe tal cosa como un “regalo”. Cada vez que obsequiamos con algo, nos sumergimos hasta la gola en la economía del intercambio. Al dar algo, nos sentimos bien por dar algo. Y al recibir algo, el otro se siente agradecido por recibir algo.

En el mismo momento en que se producen estos dos fenómenos simultáneos, el sentido profundo del regalo desaparece.

El regalo en sí se anula a sí mismo. El regalo se contradice en cuanto se produce, reniega su propia existencia tan pronto se materializa. El regalo es como la muerte. No podemos vivir la propia muerte puesto que al hacerlo dejamos de ser nosotros mismos. Tampoco podemos vivir una muerte ajena, pues nada es más absolutamente singular que la muerte.

Todo regalo. toda muerte, tienen lo que podríamos denominar un modo paradójico de existir. Ambos existen tan solo en un espacio conceptual, más allá del alcance de la razón.

Los trajes regalados a los políticos, o cualquier otro obsequio significativo que se entrega a los prebostes provinciales, regionales o nacionales, siempre resultan, a la postre… costosos. Usualmente muy costosos para los contribuyentes. Y eventualmente para el mismo receptor del regalo, si los jueces son capaces, digámoslo así, de acabar tomándole la medida.

Y por lo tanto nunca son regalos, sino epifenómenos de la economía de intercambio.

Esos trajes que ha recibido el prebostillo nos ilustran deliciosamente sobre la naturaleza contradictoria del obsequio, sobre su pristina imposibilidad ontológica.

Ah qué maravilla. La Política, el Derecho y la Metafísica se dan la mano por una bendita vez. Y en las tres instancias, vemos que no hay tal cosa como un almuerzo gratis, tal como reza el popular apotegma anglosajón (“there is no such a thing as a free lunch”). Ni tampoco un traje gratis.

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